Ese día me levanté como de costumbre salí a saludar a mi madre y le di un beso en la mejilla como cada día que me despedía de ella para irme a trabajar a la ciudad. Le dije que cuando regresara de trabajar por la tarde ese fin de semana yo y Juan teníamos un evento. Juan era mi prometido, por lo que mi mamita estaba muy contenta porque ya estábamos en planes de boda con él, de hecho Juan era un hombre espléndido en todos los sentidos de la palabra, yo había encontrado el amor, afecto y cariño que mi padre nunca me había dado. Juan me había conocido en el pueblo y me había sabido esperar y cuidar desde que le dije que quería ser una profesionista y trabajar en la ciudad.

Ese fin de semana teníamos mucho que celebrar ya que gracias al esfuerzo de mi mamita y mío, yo había logrado terminar mis estudios técnicos y después de mucho esfuerzo había conseguido un puesto en una compañía local en el centro de mi ciudad. Era una de las empleadas más sobresalientes en el área de finanzas de la compañía, de hecho el dueño me tenía su entera confianza.

Yo desde pequeña fui una mujer muy disciplinada y servicial, a pesar de las circunstancias en mi hogar siempre procure a mi mamita, cada día velaba por su bienestar. A veces me interponía entre los golpes de mi padre hacía mis hermanitos y prefería que el golpe me lo llevara yo en lugar de que tocaran a alguno de ellos. Nunca entendí porque mi papá se afanaba golpeándome o a mi madrecita. A veces él en sus corajes o disgustos me jaloneaba del pelo, yo la verdad nunca permití que eso me limitara o me inhabilitara para seguir adelante día a día. Aspiraba poder liberar a mi madrecita de todo ese sufrimiento pensé en ser una profesionista y con ello llevarme a mi madrecita y a mis hermanitos a un hogar sin golpes, gritos o maltratos para que ellos vieran que un hogar feliz existía más allá de lo que en casa era el pan nuestro de cada día.

Ese día que llegué a la oficina estaba muy feliz porque había alguien que me esperaba con los brazos abiertos y la esperanza de formar un hogar feliz lleno de amor, afecto y todos esos apapachos que te llenan el alma para seguir adelante. Juan tenía muchos planes conmigo y no paraba de recordarlos ya que habíamos empezado a planear nuestra boda. Yo no podía parar de pensar en la alegría que eso me traía. A pesar de que estábamos en cierre de mes yo llegué bien motivada para hacer el cierre y volver a casa darle a mi mamita para los gastos de la casa y mostrarle que tantas ideas ya teníamos para la boda. Pero con lo que yo no contaba era que esa noche mi madrecita ya no me volvería a ver y que mis hermanitos ya no tendrían a su angelito guardián y que mis tías ya no tendrían a su sobrina la licenciada que trabajaba en Mérida y a quien buscaban por consejo cuando sus hijos no querían echarle ganas a la escuela.

Ese día en la oficina como de costumbre Pedro estuvo rondando mi área y metiendo cizaña en la mente de nuestro patrón porque a sus ojos yo nunca debí llegar al puesto de encargada de cuentas por pagar porque era una mujer incapaz de llevar el control de las bodegas y las finanzas de la compañía. Recuerdo que varias veces le conté a mi mamita las malas jugadas que me hacían con tal de hacerme quedar mal a los ojos del patrón, pero yo creo que el señor o mi virgencita de Guadalupe nunca me desahuciaron en los momentos más difíciles de mi carrera profesional. De hecho yo sentía que este Pedro fuera de querer acabar con mi vida profesional tenía un particular odio hacia mi persona o mis capacidades. Pero nunca logre dimensionar qué tan grande podría ser su obsesión conmigo porque aquella tarde yo ya había terminado de cuadrar mi cierre de mes y él aún seguía acechando mi despacho y ya nadie se encontraba en la oficina, pero como entró y me pidió las llaves de la bodega a mi se me hizo fácil entregarlas y terminar de limpiar mi escritorio. Sin embargo, yo jamás me percate que Pedro nunca salió de mi despacho y en un abrir y cerrar de ojos él me dio un golpe en seco que me dejó noqueada. Y de acuerdo a la versión que le dio a los oficiales y a mi madrecita él no podía parar de pegarme y así fue como me quito la vida a golpizas y fue tanto su miedo que me terminó de rematar. Y no estando satisfecho decidió despojarme de mis vestiduras y dejarme sin nada y tirarme a las aguas residuales de la empresa para deshacerse de mi sagrado cuerpo; desangrado y expuesto.

Pero con lo que él no contaba era que el instinto de mi madre lo encontraría y haría que se hiciera justicia por tan fatal atrocidad. Esa noche mi madrecita recibió la noticia de que no había llegado al pueblo porque Juan fue a buscarla a altas horas de la noche preguntando por mí y en ese momento mi mamita ya estaba intranquila. Yo diría que el instinto de madre no falla nunca. Mi mamita no sabía leer y con trabajo había aprendido a sacar las cuentas de la tiendita, pero a la mañana siguiente como pudo encargo a mis hermanitos y se fue con Juan a la ciudad para averiguar qué había pasado y por qué era que la empresa me había retenido, si yo nunca me había quedado en la empresa por cuestiones de cierre de mes. Esa mañana mi mamita se las arregló para llegar a la empresa y pedir hablar con el patrón porque si bien yo tenía una rutina y siempre llegaba a la casa cada día a la misma hora. Don Manuel, el patrón, atendió personalmente a mi madrecita y le había dicho que yo en ningún momento me había quedado en la empresa hasta altas horas y que si no había llegado a casa era porque de seguro yo me había escapado con algún galán del que mi madre no tenía conocimiento. Pero la verdad mi madrecita nunca perdió la compostura ante el ni ante nadie, de hecho le dijo a Don Manuel que si en algún lugar había estado era en esa empresa y que el mismo ayudaría a mi madre a hallarme. Esa tarde mi madrecita llegó agotada a la casa y los días siguientes parecían no tener fin.

Fueron 48 horas que mi madrecita estuvo en vela hasta que decidida a encontrarme se fue a la ciudad y decidida a encarar a mi patrón le pidió a mi tía Silvia que la acompañara a la ciudad y juntas iban a encontrar la verdad de lo que me había sucedido. De hecho mi madrecita se encomendó al santo del pueblo y le pidió que por favor le diera las energías suficientes y la guía para encontrarme y poder regresar a casa. Y justo cuando llegaron a las oficinas el patrón las recibió y se comprometió a trabajar en conjunto con la policía para esclarecer mi desaparición. Y justo antes de retirarse mi madrecita le pidió a don Manuel que le prestaran el baño y fue en ese momento en que ella sintió un escalofrío al entrar al baño , ya que a un costado del inodoro del baño estaba uno de mis aretes y fue en ese momento que mi madrecita sintió un fuerte golpe en el pecho y entendió que ya no me volvería a ver.

Esa misma tarde la fueron a buscar al pueblo los oficiales que lograron identificar a mi asesino quien confesó todo lo que había hecho y a mi madre la llevaron a identificarme al cementerio. Cuando llego el momento de escuchar lo que Pedro había hecho conmigo mi madre se rompió en llanto y comenzó a gritarle al asesino. Tuvieron que pasar algunos meses antes de que le dictaran sentencia, pero mi madre y mi familia , nunca olvidarán lo que me sucedió, dan gracias al santo del pueblo de que mi cuerpo descansa en paz en mi pueblo cerca de mi familia y que por fin se hizo justicia por mi muerte.

Natalie Bracamontes Cetina