Cuando has crecido escuchando cosas como cúbrete, mira como vas vestida, que no se te noten los pezones, se le notaron los pezones con todo y la ropa, parece una mujerzuela y demás maravillas por el estilo es normal que la relación con tu cuerpo sea complicada por decir lo menos. Los senos parecen ser ese regalo de la vida al llegar a la pubertad, es el símbolo máximo de tu camino a ser mujer, o al menos eso es lo que parece, pero en las letras pequeñas está que si bien están ahí estos no deben ser particularmente enfatizados o peor aún tus pezones nunca por ningún motivo deben sobresalir. Prácticamente debes borrarlos de tu cuerpo. No así en los cuerpos masculinos. Ellos pueden ir sin camisa y nadie nunca menciona nada sobre sus pezones, la forma o tamaño o el vello alrededor de ellos.
De ahí que estar en una playa donde estar en topless fuera algo normal, es decir sin la parte de arriba del traje de baño, era una meta que quería alcanzar. Pero el proceso no fue fácil. Como muchas cosas relacionadas con nuestras cuerpas, auto concepto y sexualidad lo primero que hay que remover no es la ropa sino las ideas y memorias emocionales relacionadas con nuestra cuerpa. Creciendo en Mérida, Yucatán, México con un contexto conservador y católico yo había interiozado desde muy temprano que el hecho de que mi cuerpo estuviera en el espacio publico implicaba que podría ser objeto de agresiones y estas estaban erróneamente justificadas por el tipo de vestimenta que yo portara. Teniendo esto como referencia escogí activamente por mucho tiempo ropa poco llamativa y nada femenina. Fue hasta que llegué a la universidad que de la mano de las lecturas y reflexiones dentro de las aulas donde pude darme cuenta que esa violencia que recibía no era por algo que yo hiciera o dejara de hacer sino que iba más allá, era una violencia estructural que muy macabramente ponía la responsabilidad en las victimas y no en el agresor. Mi cuerpo había experimentado ese escalofrío de las miradas penetrantes e invasivas que te ponen quieras o no en una reacción de alerta, tension, miedo e impotencia.
Así que estando en la arena con un clima delicioso y playas maravillosas lo primero que tuve que hacer fue respirar profundo. Conectar con mi sensación de alerta y peligro. Una parte de mi mente todavía se negaba a la posibilidad de que pudiera estar en la playa en topless así que para tranquilizarla mire alrededor y me detuve en las otras mujeres que estaban cerca. Había de todo y eso era lo mejor, no sólo mujeres jóvenes con los pechos libres y felices. Había mamás amantando, mamás con niños un poco mas grandes, mujeres maduras y mujeres mayores. Los hombres que estaban cerca ni se inmutaban y el ambiente era muy tranquilo. Poco a poco esa adrenalina fue disminuyendo hasta que pude disfrutar de la experiencia con plena consciencia.
Haber podido alcanzar esa meta fue un reto más grande del que había pensado, sin duda no es algo que pueda hacerse en todos los lugares, pero creo que se puede aprender mucho sobre una misma y sobre como el entorno nos puede coartar o acoger de manera positiva. Sobre todo entender que nuestras cuerpas no son de uso público por el hecho de estar en el espacio público y que nadie tiene derecho a incomodarnos o agredirnos por tener algo tan normal como son los pechos que por supuesto vienen con pezones.
Dime, ¿Con qué tipo de comentarios creciste escuchando alrededor de las cuerpas? ¿Cómo te hacían sentir los comentarios? ¿Piensas que está mal que se noten los pezones en las mujeres? ¿Te animarías a estar en topless en la playa o en la piscina?
Yarely Bracamontes Cetina
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