La primera vez que me di cuenta que había una diferencia entre los juguetes entre niñas y niños fue cuando una navidad a mi hermano menor, que tendría unos 3 o 4 años, le trajeron un robot de juguete prácticamente de su tamaño. Mi yo de ese momento no cabía en su incredulidad ¿Por qué nadie me dijo que podía pedir ese tipo de juguete tan genial a Santa? ¿Por qué le había traído Santa algo tan maravilloso a un casi bebé? ¿Podría yo tener la siguiente navidad algo así? Pero la realidad es que no me llegó un juguete de esos que tenía luces y control remoto. En su lugar me traían muñecas y en el mejor caso un set de telescopio y microscopio que poco pudo mostrarme sobre los cráteres lunares o la vida invisible al ojo humano.
Cerca a las fechas decembrinas esperaba con ansías los comerciales que aparecían en la televisión pública y que habrían de mostrarme las opciones que podría poner en la carta. Lo más cool de ese momento era el hornito mágico o la muñeca de la última película de Disney. La realidad era que el gran porcentaje de opciones para niñas de ese entonces estaban enfocados en aprender las tareas de cuidado, limpieza, cocina y belleza. Mientras que a los niños se les mostraba aspectos relacionados con juegos de contacto, tecnología, guerra, aventuras y explorar. Y el signo más evidente era el color, era muy sencillo identificar que el rosa y tonos suaves eran para niñas y los colores vibrantes u oscuros para niños, aspecto que aprendimos desde el kínder. Habían cosas para niños y para niñas y el mundo nos presentaba que esa era la regla y que era muy fácil de seguir.
Tuve que llegar a la universidad para tener las herramientas de análisis lingüístico y cultural que me ayudaron a comprender que mi experiencia individual era colectiva y mundial. Que mi incomodidad de ese momento era resultado de los estereotipos de género que sin reflexión se repartían a diestra y siniestra mientras crecía. Tuve que hacer diversos ejercicios de introspección para poder cuestionar esos mandatos que se me impusieron en su momento y poder decidir desde mi propio deseo. Compartía con mis amistades mis reflexiones y en la medida de lo posible trataba de dar opciones diferentes a las y los niños que tenía cerca, sin embargo el mercado en México no te pone fácil la intención de dar juguetes sin estereotipos de género, sólo tienes que entrar a alguna juguetería para darte cuenta.
Tras lo anterior podrás entender mi enorme alegría al enterarme el año pasado que en España se habían aprobado varios cambios a la manera que los juguetes se habrían de promocionar. Comenzando con que las publicidades deberán promover y fomentar una imagen plural, igualitario y libre de estereotipos. Y cómo habrían de lograr lo anterior, pues comenzando con dejar de manejar ese patrón por color y dejando de asociar las clasificaciones que describí en un inicio. Y lo más interesante es que también deberá de hacerse mención de modelos responsables de consumo. Y se pondrá una regulación sobre las figuras que gocen de popularidad en el público infantil.
¿Mientras crecías también notaste esos estereotipos por género? ¿Qué emociones sentiste? ¿También te gustaría dar opciones más amplias a las niñas y niños que tienes cerca? ¿Piensas que aquello con lo que se nos autoriza jugar tiene un impacto en nuestro autoconcepto?
Yarely Bracamontes Cetina
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